
It might everything I've waited for, a miracle
But even if I fall in love again with someone new
It could never be the way I loved you
- Take my hand tonight, we can run so far…
¡Boom!
- Rayos – musité para mi misma, al escuchar el impacto de mi BlackBerry contra el suelo. Aún sin levantarme de la cama, tanteé ciegamente en el suelo en busca del aparato, y una vez en mis manos, me dispuse a configurarlo para que sonara 10 minutos más tarde. Detuve mi actuar al ver mi fondo de pantalla. Un pequeño nudo se formó en mi garganta, y me senté en mi cama, quitándome el cabello del rostro.
- Te extraño – le murmuré a la foto. Me sentí estúpida. Pero solo vernos a mi novio y a mi abrazados en ella provocaba un increíble odio hacia mi misma.
Me di cuenta de que no había tomado la decisión correcta desde el día que pise Harvard. Recuerdo perfectamente ese día, ya que mi memoria selectiva había decidido que era lo suficientemente valioso para dejarlo grabado. La imagen de Nick, intentando sonreír, llenaba mi organismo. “No te preocupes” me había dicho “Todo estará bien. Lo resolveremos”.
Pero las cosas no habían sido tan simples. Habían pasado ya dos largos años desde ese día, y unos tres meses desde la última vez que lo había visto. “Tres meses, dos semanas y un día” me dijo mi conciencia. Resultado: lo extrañaba tanto que dolía.
Oí a mi compañera revolviéndose entre las sabanas, y volví al mundo real.
- Geo – murmuró, intentando desperezarse. - ¿Qué hora es?
- Las 7 y media – contesté. Inspiré una buena bocanada de aire, y me recordé a mi misma que estaba allí por decisión propia. Yo solita había decidido vivir bajo mi tormenta personal. – Tenemos Derecho Civil en solo media hora.
- Lo sé – dijo Serena, levantándose. - ¿Qué esperas?
- No lo sé. – reí un poco. Sacudí mi cabeza, y me dispuse a levantarme. Me dirigí hacia la ventana, y corrí las cortinas: el día estaba completamente nublado, ni un rayo de sol cruzaba el cielo.
- Seguro hoy lloverá – comentó mi compañera. Nuestras conversaciones no iban más allá de eso: clima, estudios, y tal vez música y libros. No más.
- Eso espero – dije, casi sin ánimos. Esa clase de días eran mis favoritos, en especial si terminaban con una bonita llovizna. Claro que mi estado de ánimo no cambiaría solo por el clima.
Tomé mi ropa -unos jeans, una polera blanca, bufanda escocesa y mis inesperables Converse- y me dirigí al baño. Me cambié, sin prestar demasiada atención a lo que hacía, até mis bucles en una coleta alta, y cubrí mis ojeras con un poco de base. ¿Qué importaba, si la única persona que me interesaba no me vería?
Salí unos cinco minutos más tarde, y mi compañera ocupó mi lugar. Mientras guardaba mi Notebook, mis libros y demás en mi mochila, algo llamó mi atención desde afuera. Me acerqué a la ventana, sin creer lo que había visto: estaba segura que había pasado, a lo lejos, un Mustang igualito al de él. Tomé mi frente, despeinando mi flequillo, mientras me reía irónicamente de mi misma. Mi vista nunca había sido la mejor, además de que no sería la primera vez que imaginara cosas. Simplemente lo extrañaba demasiado.
- Piensa, ¿por qué estaría aquí? – me dije a mi misma. Corroboré en mi celular la fecha, y definitivamente, no podía estar allí. Ni siquiera estaba en el mismo Estado: esa noche, si no me fallaba la memoria, daban un concierto en Nueva York.
- ¿Me hablaste? – preguntó Sere, saliendo del baño.
- No, solo hablaba conmigo misma – le sonreí. Ya estaba acostumbrada a mis locuras, así que no se sorprendió.
- Bien… ¿vamos? – miró a su reloj, y su expresión cambió a una algo preocupada – Ya son casi las 8.
- Vamos – contesté, cargándome mi mochila al hombro. El campus era algo grande, y debíamos atravesar todo el patio para llegar al departamento adecuado.
- Será mejor que lleves uno – dijo, señalando al paraguas que tenía en su mano derecha. Sonreí, y negué con la cabeza.
- Está bien. No me molesta mojarme.
- Como quieras – se encogió de hombros. Caminamos fuera del departamento, y unos minutos más tarde estábamos en medio del patio. Serena comentaba algo sobre la lección de ese día, pero no estaba prestándole demasiada atención. Solo asentía de vez en cuando, sonriendo.
- Oye, Georgie… - dijo, y contesté con un leve “Mmm”. Mi vista seguía clavada en mis pies – Georgina, mira…
Levanté mi cabeza, y seguí las indicaciones de mi compañera. En medio del enorme terreno, junto a la hermosa fuente, se destacaba la figura de un hombre. Agudicé mi vista, ya que estaba muy lejos.
- Maldita miopía – me quejé – No veo nada. ¿Qué hay? Debe ser un estudiante que prefirió saltearse alguna clase. Lo envidio – comenté. Definitivamente, no estaba en ánimos de sentarme frente a un profesor, y escuchar una sarta de cosas que, seguramente, no recordaría al año siguiente.
- No, Geo… - me tomó del brazo, y me arrastró hacia la fuente. Estábamos a unos
- No puede ser… - murmuré. Solo bastaron dos pasos más para reconocer su cabellera. La emoción me llevó a frenarme como una estatua. Pude ver como Nicholas se acercaba hacia nosotras, y una sonrisa se extendió por todo mi rostro.
- Mejor me voy – dijo Serena, al escuchar el sonido del timbre sonando – Le diré al profesor Mason que estás enferma.
Creo que murmuré un “Gracias”, pero no estoy muy segura. Escuché las zapatillas de mi amiga impactando en el césped, alejándose de mí, pero no volteé a verla. Mis ojos estaban clavados en la figura que se acercaba cada vez más, pero parecía nunca llegar.
- Hola – dijo, cuando al fin llegó - ¿Sorprendida?
- ¿Qué rayos haces aquí? – pregunté, aún un poco confundida. Sus brazos rodearon mi cintura, mientras los míos se acomodaban sobre sus frondosos pectorales. Su aroma particular llenó mis pulmones, y tuve que cerrar mis ojos por unos segundos para no marearme.
- No es exactamente la bienvenida que esperaba, pero supongo que tendré que conformarme – rió. Ya casi había olvidado cuan hermosa y contagiosa era su sonrisa. Se inclinó un poco para capturar mis labios entre los suyos, de manera casi desesperada. Llevé mis brazos a su cuello, atrayéndolo más hacia mí. – Supongo que te extrañaba demasiado – dijo, aún sobre mi boca. Abrí mis ojos, para encontrarme con los suyos a solo unos cuantos centímetros, y murmuré:
- Estás loco.
- Lo sé – volvió a reír, y lo acompañé – Pero mi locura se podría haber vuelto peligrosa si no venía a verte.
- Espera – el oxígeno volvió a mi cerebro de repente, y este volvió al planeta - ¡No deberías estar aquí! ¿Qué hay del concierto…?
- Llegaré – me cortó – Estoy a solo unas horas de aquí en avión. Solo perderé el ensayo, y…
- No lo necesitas – terminé por él. Sonrió un poco.
- Repetir el mismo concierto todas las noches tiene sus ventajas. Papá dijo que con el ensayo de ayer estaríamos bien, así que nos dio el día libre.
- Puedo apostar a que Denise tuvo algo que ver con esto – comenté, agradeciendo internamente a mi suegra.
- Digamos que ya no soportaba verme de aquí para allá en el bus, quejándome de que no hayamos parado en Massachusetts. – la melodía de su risa inundó mis oídos. Pasé mi mano por sus rulos, despeinándolo un poco.
- Te extrañé mucho. Tal vez tenías razón. – admití – La universidad no fue una buena idea…
- Shh – me calló, llevando su índice a mis labios. Besó mi frente – Lo hecho, hecho está. Ya falta menos.
- Si, con suerte en unos cinco años estaré fuera de aquí. – mi voz se quebró un poco, pero me recompuse. No iba a permitir que mis idioteces arruinaran ese momento.
- Tal vez en unos años te acompañe – dijo Nick, acariciando mi mejilla. Lo miré, levantando mis cejas en forma de pregunta – No todavía. Debemos aprovechar este momento.
- Lo sé – dije. No iba a permitir por nada del mundo que perdiera la oportunidad que la vida le había dado, menos por mi egoísmo. – Además, yo aún espero impaciente el próximo álbum…
Nick rió, y volvió a presionar mis labios con los suyos. Sentí una gota impactar sobre mi mejilla, pero no le presté demasiada atención. Nuestros labios se movían a un ritmo perfecto, como si cada movimiento estuviera ya ensayado. Mi estómago era una fiesta de mariposas, que revoloteaban contentas de estar despiertas después de tantos meses. La falta de aire se hizo presente en mis pulmones, y me separé de él. Nick pasó sus brazos por mis hombros, y yo pasé los míos por su cintura, hundiendo mi rostro en su pecho. Cerré mis ojos, mientras me embriagaba con su aroma. Otra gota impactó sobre mí, esta vez en mi cabeza, y a esta la secundaron varias más.
- Está por llover – murmuró Nick, pero no movió ni un músculo.
- Lo sé – dije yo, quedándome también en mi lugar. Pronto las gotas aisladas se convirtieron en una llovizna. Me separé un poco de Nick, aún con mis brazos a su alrededor, y miré hacia el cielo. El agua caía con cada vez más intensidad, y no pasó mucho tiempo hasta que estuvimos prácticamente empapados.
- Serena tenía razón – comenté – Debería haber traído un paraguas.
- Cierto – dijo Nick, pasando su mano por mi flequillo, antes lacio. En un rápido movimiento, desarmó mi peinado, y mi cabello golpeó contra mi espalda, chorreando. Rió un poco.
- Tú también podrías haber traído uno – dije, intentando hacer algo con el cabello sobre mi frente. Lamentablemente, no existía aún una planchita que soportara el agua, así que mi flequillo había pasado de lacio perfecto a rulos rebeldes. Nick soltó su agarré para darme más comodidad, mientras yo seguí peleando contra el mechón. Unos minutos más tarde, bufé, vencida. Volví a mirar a mi novio, que parecía disfrutar de la escena, ya que tenía una sonrisa burlona en su rostro. Lo fulminé con la mirada.
- Oye, no te enojes – sonrió – De todas formas, te ves mejor mojada. Tu cabello así se ve estupendo – agregó.
- Ja-ja – reí irónicamente. – Mejor vamos adentro, ¿quieres? Serena prometió mentir por mí diciendo que estaba enferma, no quiero que termine diciendo la verdad. – tomé a Nick por la mano, y comencé a guiarlo hacia mi alcoba. Una vez bajo techo, frené, y me acerqué a él – Además… hoy a la noche tienes un concierto que dar. – le di un corto beso. Me dispuse a continuar nuestro camino, pero mi novio tiró de mi brazo, dejándome pegada a su mojada remera.
- ¿Qué te parece si vienes conmigo? Un par de semanas fuera no harán tanto daño…
Lo pensé un instante. Tenía razón, ¿cuánto podía perder en solo unas semanas? Rodeó mi cintura con sus fuertes brazos, y me acercó aún más a él, capturando mi labio inferior. Sin lugar a dudas: encontraría la manera de ponerme al día.
Watch out, World! Here I come :) jja, si quieren saber porque estoy tan optimista y feliz, clickeen acá. I guess I always knew, that I had all the strengh to make it through...
Gracias por los comentarios :) no son demasiados, pero sin dudas me hacen sonreír cada vez que los leo. ¡¡GRACIAS!!
ALERTA: Este One-shoot tiene contenido que puede no ser bueno para algunas fans de los Jonas Brothers. Si estuviste mal por el compromiso de Kevin y Danielle, porfavor, NO LEAS ESTO. Gracias
- Dios mío – susurré en un hilo de voz, mirándome al espejo. Mi vista ya estaba más que empañada, pero reprimí las lágrimas: no quería arruinar mi maquillaje… otra vez.
- Dani, querida… estás preciosa – Denise se acercó hacia mí, con una gran sonrisa en su rostro. Me abrazó, con cuidado de no arruinar mi peinado.
- Gracias, Denise… - respondí, demasiado emocionada para decir más. Volví a mirarme al espejo: mi cabello estaba recogido, en una coleta alta, con una hebilla plateada con cristales incrustados en ella. Bucles perfectos caían por mi cuello, brillando gracias al producto que había usado la estilista. Mi rostro estaba prácticamente al natural, la maquilladora había aplicado –ya unas cinco veces- solo una capa de base, una de rimel en mis pestañas, delineador negro muy suave, y un leve brillo en los labios. Un largo vestido blanco se ceñía a mi cuerpo, bastante simple, pero aún así, hermoso. Solo tenía detalles en plateado, que hacían que brillara cuando lo veías desde distintos ángulos. Llegaba hasta mis tobillos, y en mis pies, aún descalzos, resaltaba una manicura recién hecha. Una vez más, mis ojos se vieron empañados, y llevé mis manos a ellos. Sequé una lágrima que estaba por escaparse con mi dedo.
- Que suerte que tiene mi hermano – mi sonrisa se amplió aún más al ver entrar a Joseph a mi habitación. Me acerqué a él, y me dio un cálido abrazo. – Te ves hermosa.
- Es cierto – dijo Nicholas, a su lado. Solté a Joe, para abrazar a su hermano menor.
- Gracias chicos…
- Deberías ver a K2 – Joe tenía una sonrisa burlona plantada en su rostro – Es un nudo de nervios…
- ¿Y tú qué crees? Creo que en cualquier momento voy a vomitar – reí. En parte era cierto: la velocidad de mi corazón no había bajado de los
- Bueno, será mejor que regresemos… - dijo Nick – Kev realmente nos necesita… - Joe y él rieron con ganas.
- Si, claro, vayan – dije, acompañándolos hacia la puerta. Clavé mis ojos en la habitación del frente: la puerta estaba cerrada, pero sabía que allí dentro se encontraba mi futuro esposo. Sentía unas terribles ganas de salir corriendo hacia allí, irrumpir en la habitación, y abrazarlo por el cuello. Sacudí mi cabeza, en un intento de contenerme.
Volví dentro de mi habitación, intentando escapar de cualquier tentación. Me di cuenta de que, por primera vez en el día, estaba completamente sola. Mi madre, que había estado todo el tiempo conmigo, estaba arreglándose, los padres de Kevin y sus hermanos estaban con él, y mis amigas debían estar yendo hacia la iglesia. Inspiré una gran bocanada de aire, y me senté sobre mi cama.
Una idea pasó por mi cabeza: siempre había escuchado que las novias se sentían nerviosas, inseguras antes de la boda. Yo debía ser la excepción a esa regla. Nunca había estado tan segura de nada en toda mi vida: Kevin era el hombre con quien quería pasar el resto de mi vida. Los nervios que sentía, eran solo ansiedad por dar ese tan sagrado y hermoso “Si, quiero”. ¿Quién iba a pensar que esas dos palabras podían ser tan preciosamente poderosas?
Mi vista se clavó en el anillo que decoraba mi mano izquierda, y una sonrisa melancólica se formó en mi rostro. Recordaba perfectamente el día en el cual me lo había dado. Me tomó por sorpresa, ni siquiera habíamos hablado del tema. Ambos teníamos muy en claro que nos amábamos con locura, y que éramos perfectos el uno para el otro… pero, ¿casarnos? Aún no estaba en nuestros planes.
Pero, al parecer, si en los de Kevin. Cuando apareció en mi puerta, miles de ideas llenaron mi cabeza, y el miedo se apoderó de ella. Por un segundo, creí que terminaría conmigo. Quedé completamente en blanco cuando lo vi arrodillarse delante de mí, y sacar una preciosa cajita de su bolsillo. Solo pude exclamar “Si, si, si” unas quinientas veces, mientras lo abrazaba por el cuello.
- Genial, volviste a arruinar tu maquillaje – una voz me sacó de mis pensamientos, y vi a mi madre entrar por la puerta. Sus ojos centellaban de emoción y orgullo.
- ¿Demasiado? – pregunté, pasando mis manos por mis mejillas. Estaban empapadas.
- Creo que con un retoque estarás bien. Debemos apresurarnos, el auto ya está esperando afuera.
- ¿Ya? – pregunté, quedándome sin aire. Mis manos comenzaron a temblar, y quedé petrificada unos cuantos segundos.
- Si, hija, ya es hora – mi madre sacó de su cartera lo necesario para arreglarme, y, en cuestión de minutos, mi maquillaje estaba nuevamente perfecto.
- No creo que dure mucho – reí. Fui en busca de mis zapatos de taco, plateados, y me los calcé. Eran la pieza perfecta para complementar el resto de mi vestuario. Volví a mirarme, por última vez, al espejo, y me apresuré hacia fuera de la casa.
- Kevin ya debe estar por llegar – comentó mi mamá, mientras subíamos al auto. Mi corazón latió desbocado dentro de mi pecho. “Ya, tranquilízate” pensé “¿Qué harás cuando lo veas allí… esperando…?” Ese último pensamiento solo sirvió para que mi órgano vital enloqueciera aún más.
El viaje se me hizo eterno, aunque solo estábamos a unas cuantas cuadras de la iglesia. Todo mi cuerpo temblaba, casi violentamente, y no podía quedarme un segundo quieta. Mi madre me ordenó unas 10 veces que dejara de jugar con la ventanilla, o que dejará mi vestido en paz si no quería romperlo.
- Parezco una niña – reí, con un leve rubor en las mejillas. – No puedo esperar…
- Pues… - dijo mi mamá, señalando hacia afuera del vehículo – No deberás hacerlo por mucho tiempo.
Allí estaba: la iglesia a la cual Kevin y yo asistíamos desde pequeños. Parecía increíble que no nos hubiéramos conocido antes, cuando habíamos compartido casi todos los domingos de nuestras vidas. Mordí mi labio inferior, mientras llevaba mi mano a la manecilla de la puerta.
- ¿Estás lista? – me preguntó mamá. Solo pude asentir: un gran nudo se había formado en mi garganta, y mi estómago parecía una fiesta de insectos voladores. En ese momento, ninguna palabra podría salir de mi boca.
Caminamos juntas hacia la puerta del templo, donde esperaba mi papá. Me saludó con un beso en la frente, y murmuró algo parecido a “Como has crecido…”. Mi madre acomodó un poco mi cabello, y me entregó un ramo de tulipanes blancos. Yo, por mi parte, sentía que estaba en otro mundo. Todas esas acciones se sentían como algo ajeno a mí, toda la situación parecía sacada del más perfecto de los sueños. Y mi cuerpo creía estar en él, aunque parte de mi mente sabía que era realidad. Eso era lo que hacía que todo ese momento fuera perfecto.
- ¿Y bien, cariño? – preguntó mi padre - ¿Vamos?
Tomé su brazo, asintiendo efusivamente. Me aferré a él, ya que la sensación de mareo me estaba volviendo loca, y me costaba concentrarme lo suficiente como para caminar. Nos pegamos a la puerta, y esta comenzó a abrirse lentamente. Creí que moriría: la felicidad inundaba completamente mi cuerpo. Si la felicidad matara, seguramente ya estaría en mi lecho.
Solo bastó un paso para que todo cambiara de repente: el mundo desapareció completamente, y solo pude concentrarme en una cosa: sus ojos verdes. Ese mismo verdor que me había enamorado desde el primer día, estaba ahora clavado en mí, expectante, impaciente, pero por sobre todo: alegre. Y en ese momento, todo tuvo sentido: supe que había nacido para vivir experiencia, para caminar hacia él, para unir nuestras almas ante Dios y complementar su existencia por el resto de nuestras vidas. Cada instante extrañándolo, sufriendo por estar lejos de él, cada disputa, cada lágrima: todo eso no importaba. Solo importaba que estábamos ahí, él y yo.
El pasillo parecía alargarse cada vez más, mientras mis pies caminaban cada vez más rápido, desesperados por encontrarse con él. Y, finalmente, llegaron. Mi padre soltó mi brazo, apoyó su mano sobre el hombre de mi prometido, y le guiñó un ojo. Él le sonrió, y, casi desesperado, buscó nuevamente el contacto con mis ojos. Me paré frente a él, y nuestras manos se entrelazaron. Solo pude articular con mis labios dos palabras: “Te amo”.
I made it, I made it, oh-oh, I made it ♪ jaja, estoy loca, lo sé, es que no puedo creer que gané! Me esperaba una mensión con suerte... pero ganar? WOW! No lo esperaba! Pueden verlo en este link . En fin... espero lo disfruten mucho :) me costó bastante escribirlo, pero una vez que se me mete una idea en la cabeza, no dejo que nada me gane, ni siquiera un poquito de dolor x) jaja, y yo por mi parte al menos, estoy feliz con el compromiso de Dani y Kev así que no costó demasiado. Espero que lean el Alert y no lo hayan leído si no pueden soportarlo! En fin, gracias por los comentarios♥ me hacen muy bien!